Réstame incierta hora
para improvisar el adiós a mi cuerpo.
Cuerpo moldeado de polvo
por mano única, mano de artesano
que insufla movimiento y vida
a seres dispares, al insecto y al hombre.
Dios árbitro de la muerte
desde el instante de la Creación;
quien me guió hacia bibliotecas,
enseñó música, regaló amaneceres
iluminados por huellas de pasión;
ocultó grillos y zorzales indiscretos
en enredaderas enamoradizas de mi ventana.
Réstame una hora, que bien podría
ser un instante, para despedirme
de la escuelita rural de mi infancia;
de los muros de la universidad
resonantes con orfeones solemnes
sobre el Ser, sin distingo entre la Nada
y las tangibles formas de mi amada.
¡Adiós al encanto de cabalgar
por valles y praderas!
¡Despedirme de trenes y bicicletas!
¡De rememorar los labios de mi Amor!
¿Qué extraña voluntad rige este final
de espumas? ¿Quién arbitra el frágil
entretejido de rosas y tormentos?
Sin duda hubo errores, algún descuido
en el celeste andar de ángeles caídos.
Ansias de vivir en mi desfalleciente cuerpo,
joven pero fatigado cuerpo, corazón que late aún.
Perduro en estos brazos quietos,
mis labios mudos, sin aliento, fríos como
letras esculpidas en el certero mármol.
¿Ha llegado el instante supremo
de comprender misterios encumbrados?
De morir aquí...
o de Vivir eternamente…
Copyright: Silvia Evelina, Buenos Aires, Argentina, 2011.
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